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Thursday, February 01, 2007

La Candelaria

La candelaria
SD

Han pasado más de dos mil años desde que morí. Me encuentro parada sobre la cúpula de un templo. ¿Porqué hay tantas personas reunidas? Están felices, celebran, ríen, comen tamales, atole y todo tipo de delicias. ¡Qué vergüenza! Ver esta multitud festejando en un día como hoy. Nada puedo hacer, los tiempos han cambiado mucho y la gente también.
Hace muchos años tuve un hijo, hermoso, lleno de vida, rosado como la mañana. A los pocos días fui al templo. Mi cuerpo estaba mancillado y necesitaba ser purificado. Pasados cuarenta días volví a agradecer al creador la bondad de estar limpia de nuevo. Las dos palomas que solté ese día las había cuidado con mucho cariño. Ese día especial les colgué una cinta blanca a cada una. Volaron hacia el sol para no regresar jamás. Cada vez que volvía a pisar ese sagrado lugar, veía madres soltando palomas. Pasó el tiempo y las palomas se convirtieron en velas. Transcurrió el tiempo y la tradición pasó a ser un mero relato de los historiadores.
Mis fríos bronces no pueden pronunciar palabra alguna. Más por mis mejillas resbala algo parecido a una lágrima. Contemplo a los vivos allá abajo, jugando con niño de yeso en brazos. Se escuchan los vivas, los hurras. Nada puedo hacer para callarlos. A medida que cae la noche, el hedor a alcohol comienza a subir. Las madres se llevan a pequeños y jóvenes a sus casas. Los más grandes se retiran a las cantinas a acabar con la fiesta. El atrio de la iglesia queda sucio y ni una sola ánima para resguardarlo.
Estoy triste porque ese día tuve palomas, tuve velas, tuve paz. Triste porque hoy debería festejar el día en que volví a estar limpia de todo pecado. Cansada porque sé que en la fiesta conmemoran mi regreso a la gracia y no lo saben. La luna es el único testigo silencioso de mis penas, de mí, de Myriam, madre de Dios.

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